martes, 5 de mayo de 2009

“¡Ey gente, la basurita!”

Texto y foto Mariana Sanín Ángel

Con música reggae de fondo, un ambiente natural y los pies descalzos nos atendió Manuel Echeverri, un joven de 20 años, estudiante de Publicidad en la Universidad Pontificia Bolivariana, quien gracias a lo que sus padres le inculcaron desde pequeño y al mensaje que transmite el reggae ha cambiado su estilo de vida: no come carne, se transporta en bicicleta, se asegura que los productos que compra no dañen el medio ambiente y se pasa invitando a quienes lo rodean al ahorro y al cuidado del medio ambiente.

Los compañeros de universidad lo conocen por su frase típica, “¡Ey gente, la basurita!”, y en su casa se la pasa apagando luces porque, para él, sólo gastan energía.

Manuel está decidido a generar un cambio que ayude a mejorar al Planeta, a “la Madre Tierra que tanto provee y poco recibe”, como dice.


Está convencido que los pequeños detalles logran grandes cosas: tiene un blog en Internet para invitar a los jóvenes a unirse al cuidado del Planeta, un grupo en la red social Facebook y una página en Myspace.


También empezó una campaña para que en todas las casas de su unidad residencial pongan una botella vacía de gaseosa en el tanque de sanitario, pues “en una sola vaciada del baño se ahorra un litro y medio de agua. Acá hay 40 casas, cada una tiene 4 o 5 baños, por más o menos 8 veces que entren al baño en el día, imagínense cuánta agua se puede ahorrar”, dice emocionado.


Cambiar la inconsciencia y el egoísmo


Las palabras “inconsciencia” y “egoísmo” son recuentes en el discurso de Manuel, ya que cree que una buena parte de la sociedad tiene esas características.

“Uno escucha a mucha gente que dice que para qué hacer algo si el calentamiento global va a pasar cuando se muera y como no va a tener hijos, entonces a ellos tampoco les va a tocar”, comenta indignado.


Y explicarnos: “Pero ellos no saben que el clima no es como hace 10 años, mientras en un lado de Estados Unidos hay inundaciones, en el otro hay incendios. Eso es causa del maltrato al ambiente”.


Con su creatividad y habilidad para comunicar le ha llegado a las personas menos interesadas en el cuidado de la Tierra: “Si una persona dice ‘a mí qué me van a importar esas focas del Polo Norte’, yo le respondo: entonces no lo haga por ellas ni por nadie, hágalo por usted”.

Trabajo con población desplazada

Él siempre ha puesto su granito de arena, pero ahora gracias a su interés y preocupación por la conservación de los recursos la Corporación Ayuda Humanitaria (enfocada en el trabajo en poblaciones afectadas por el desplazamiento forzado que genera el conflicto armado del país) lo ha invitado a desarrollar un nuevo programa corporativo llamado Aves.

Este programa está enfocado principalmente a la atención de personas en situación de desplazamiento, en su salud personal y psicosocial, poniendo en funcionamiento programas de desarrollo productivo basados en tecnologías apropiadas, ambientalmente sostenibles y con enfoque en poblaciones desplazadas que retornan a su lugar de origen.


“En este momento me estoy leyendo este texto”, dice Manuel mientras señala con el dedo uno de los libros del escritorio. “Ahí hay varios proyectos que ya se implementaron en Asia y África, la idea ahora es adaptarlos al contexto colombiano”, agrega.


Ayuda Humanitaria, durante sus 10 años de existencia, ha desarrollado algunos programas similares, pero éste es el primero en el que Manuel participa.


Es la primera vez que busca la implementación de tecnologías que tienen un equilibrio con la naturaleza y que le garantizan a las poblaciones una ganancia “que no sólo se puede mirar en pesos, sino en forma cualitativa, desde el punto de vista social y ambiental”, explica Lucas Moreno, un trabajador social de la corporación con varios años más de experiencia.


Héctor Javier Vélez, el tecnólogo agropecuario del proyecto, agrega: “La cosa es de explicarles y enseñarles, muchos campesinos han entendido que para las buenas prácticas agropecuarias se necesita un respeto por la naturaleza”.


Aunque Manuel no tenga la misma experiencia de Lucas y Héctor, tiene las ganas y la meta de entregarle un mejor lugar a las próximas generaciones. Él seguirá con su música y su advertencia: “¡Ey gente, la basurita!”.

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